miércoles, 4 de mayo de 2016

It's a Beautiful Day to Save Lives, capítulo tres.

N/A: Tengo la semana algo tranquilita... algo, pero la que viene es de locos, y bueno... la siguiente ya ni os cuento, así que, como ya había acabado el capítulo, pues me he dicho: voy a subirlo... Pa' por si... 
En fin, aquí os dejo el tres, espero que... os guste. No lo he pasado precisamente bien escribiéndolo (de hecho, alguna que otra lagrimilla se me ha escapado... en mitad de clase D:)... Y también he tenido que investigar sobre el tema... He de decir, que lo he intentado hacer lo más real posible... Yo no he estado nunca en esa situación (gracias a Dios)... Así que, quejas, fallos, etc, etc... A mí, supongo. Espero que os guste. 
ACLARACIÓN: letra normal: tiempo de narración (actual, vaya). Cursiva, recuerdos.
Capítulo tres.

"No podemos prever lo que la vida va a depararnos.
Las mayores alegrías se vive cuando menos se las espera."
                                                -El Principito.
¿Te ha pasado alguna vez que, has estado durmiendo tanto tiempo que no has podido abrir los ojos, moverte o casi, ni pensar con claridad?
Durante un buen tiempo, mi vida fue básicamente eso, un pesado sueño del que no podía despertar, en el que no era dueño de mi propio cuerpo...


  -¡¿Doctor?!- gritó una angustiada voz. -¡Está teniendo otra convulsión!
-¡911! Llama...- con una fuerte oleada de dolor la voz se desvaneció, el dolor atravesó mi cuerpo como una tonelada de cuchillas cortando mi piel, espasmos involuntarios se apoderaron de mí...
¿Qué está pasando? ¿voy a morir? oh, Dios... Voy a morir aquí solo, en la oscuridad y soledad de la profunda prisión de mi cuerpo y mente... Y todo en lo que podía pensar antes de que una cálida sensación de tranquilidad me invadiera era: no puedo morir... no puedo morir... me necesitan...
Pero...¿quién? ¿quién me necesita tanto como para tener que sufrir todo este dolor?


  El ambiente del bar era animado, precisamente todo lo que necesitaba para levantarle el ánimo...
La confusión se apoderó de mí y casi podía sentir el fruncido de ceño a través de mis párpados cerrados...
...¿Cuál es tu historia?- recordó haber preguntado hace muchísimo tiempo, mientras miraba unos brillantes pero algo atormentados ojos verdes. -No tengo historia... -Respondió al cabo de un tiempo una melodiosa voz -Solo soy una chica en un bar...-

  Al principio, la blanca luz cegadora ante mis ojos me asustó... ¿Estaba muerto? Todo el mundo esteriotiza la muerte como una luz blanca al final de un túnel, un lugar idílico lleno de ángeles, donde no existen ni el dolor ni el sufrimiento... Conforme fui siendo más alerta, fui dándome cuenta de que definitivamente no estaba muerto: mis sentidos estaba alerta, mi nariz captó un fuerte olor a antiséptico, hospital, pensé... Mis oídos dolían con el incesante bip, bip, bip, que pronto descubrí que era el ritmo de mi propio corazón.

  Un fuerte dolor se apoderó de mi cráneo haciéndome cerrar rápidamente los ojos... Mis oídos captaron lo que parecía ser un chillido ahogado, mi garganta entró en escena, me dolía, intenté tragar saliva para calmarla pero algo la aprisionaba...
Intenté, aún con los ojos cerrados, llevar una de mis manos hacia el objeto extraño en mi boca... No podía mover los brazos, no podía mover cualquier extremidad de mi cuerpo... ¿Por qué?

  El nerviosismo me invadió por primera vez... ¿Dónde estoy? ¿por qué no puedo moverme? ¿por qué...?
El incesante pitido del monitor cardíaco me sacó de mis pensamientos... De pronto, un gran barullo de médicos y enfermeras se adentraron en la habitación... Palabras confusas se oían por la estancia...


  -Está teniendo una convulsión... Diez de Diazepam -Ordenó una voz haciéndome encogerme por el tono alto que esta tenía.
A través de la bruma de confusión, un destello de verde captó mi atención.. Ni siquiera me había dado cuenta de que había abierto los ojos, intenté concentrarme y cuando mi confuso cerebro lo procesó, pude ver unos grandes y aburridos ojos verdes...¿Era esta la chica del bar?
-Cariño, tienes que calmarte, tienes que calmarte o volverás a tener una mala convulsión... -Dijo la chica de ojos verdes en un tono suave y afectivo. 

  Las ininteligibles palabras de la mujer cayeron en el olvido para mi cansado cerebro, pero el tono suave y afectivo de ésta calentó mi corazón, tranquilizándolo... Una suave mano tomó la mía propia y me perdí en la calidez de esa mano... Por primera vez en todo el tiempo que llevaba despierto en esta pesadilla, no me sentí ni solo, ni asustado...

  -No puedes ponerle nombre, Christine... No es un cachorro perdido... Es un hombre, al que a lo mejor está buscando su familia...- Una voz exasperada llegó a mis oídos, haciéndome salir de mi estado de perpetuo cansancio y confusión. 
-Pero, Cintie, lleva más de dos años aquí, si alguien lo hubiera estado buscando... ¿No crees que ya lo hubieran encontrado?

  ¿Dos años? ¿llevo dos años siendo un prisionero de mi propio cuerpo y mente?
Un angustioso grito ahogado retumbó en la habitación y mi corazón se detuvo momentáneamente al darme cuenta de que yo mismo era el emisor de tal estrepitoso sonido. El cálido peso de una mano cayó sobre la mía propia... -Shhhh- dijo una voz a tiempo que acariciaba mi mano.
-Joel, tienes que relajarte, cielo...-volvió a hablar la dulce voz, -tienes que calmarte, cielo, o volverás a tener una convulsión...- terminó la voz, a tiempo que esta vez sentía como la cálida mano de la mujer acariciaba su rostro. 

  ¿Cómo me puedo llegar a calmar? pensé, mientras mis ojos vagaban perezosamente alrededor de la estéril habitación del hospital... Pero, vuelvo a pensar: ¿cómo me puedo relajar cuando estaba tan indefenso, tan asustado?
Sentí algo caliente derramar por mis mejillas, pero no fui consciente de que eran mis propias lágrimas hasta que no intenté volver a evaluar mis alrededores y todo lo que pude ver fue un borroso paisaje visto a través de una cortina de opacas lágrimas.

  La voz de la chica de ojos verdes se hizo eco por toda la habitación, palabras de consuelo fueron susurradas en mi oído, haciendo que por fin pudiera relajarme un poco hasta llegar a caer de nuevo en las dulces garras del sueño.

  La próxima vez que me desperté me fue mucho más sencillo hacerlo, como si mi cerebro hubiera decidido por fin deshacerse de todas las telarañas que la confusión había tejido en él...
-Joel, despierta, cielo...-habló la aguda voz de Christine, haciendo que abriera los ojos y la mirara, la confusión escrita en mi rostro. Ella me sonrió. -Me encanta verte despierto, Joel...-Dijo a tiempo que acariciaba mi pelo en lo que intentaba ser un gesto de consuelo... -Tienes unos ojos azules preciosos, ¿sabes?- su sonrisa se hizo aún más grande y sus caricias más insistentes.
Fruncí el ceño sin atreverme a mover ningún musculo de mi cuerpo... ¿Joel? ¿Es ese mi nombre? Intenté pensarlo, todo se sentía tan extraño, incluso mi propio nombre se sentía como si... no me perteneciera. Intenté más duramente pensar en ello, pero tan solo podía llegar a un gran vacío, el cual me angustiaba profundamente. 
-Joel, cariño... cálmate - volvió a hablar la dulce voz, a tiempo que haciéndome enfocar de nuevo hacia la cara de la mujer, quien rápidamente se acostó junto a mí en la pequeña cama de hospital, y acarició mi rostro y pelo mientras susurraba de nuevo palabras tranquilizadoras en mi oído... 

  Palabras que, junto a las caricias consiguieron calmarme y arrastrarme al preciado olvido del mundo del sueño... Elígeme, escógeme, ámame... Fue lo último que pensé antes de caer en las garras de Hipnos.
Tras eso, las próximas veces que desperté fueron mucho más sencillas y menos aterradoras que las anteriores...

  La dueña de la voz, que posteriormente había descubierto que se llamaba Christine, estaba ahí cada vez que lo hacía, acariciando mi pelo, susurrando palabras de consuelo, intentando calmarme... Algo por lo que le estaba profundamente agradecido porque la soledad me asustaba muchísimo.

  Poco a poco, el tiempo fue pasando, los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses pasaron a ser tres años, tres años en los que había aprendido tantísimas cosas...
Todo seguía pareciendo tan...extraño. Había aprendido que mi nombre era Joel Simons, que había tenido un accidente y que mi pronóstico no era demasiado bueno... Era básicamente un milagro que hubiera despertado del coma en el que estuve.

  A lo largo de los meses que siguieron a mi milagroso despertar, tuve que aprender tantísimas cosas... A andar, a hablar, a hacer todo por mí de nuevo, a volver a ser yo...
Mi vida entonces giraba en torno a mil y una terapias ocupacionales.
-Vamos, Joel, sabes lo que es esto... solo debes concentrarte- dijo Sandy, la logopeda, con una mirada esperanzada en su rostro, la cual solo sirvió para acrecentar mi enfado y frustración. Estaba cansado, me dolía la cabeza y no podía decir el estúpido nombre de la pieza que sujetaba en su mano. 
-N-n-no p-pu-pu...- empecé a decir, pero no pude acabar, a pesar de todos mis esfuerzos, era como si mi boca y mi cerebro no quisieran trabajar juntos...; Afasia, una de las tantas secuelas que me había dejado mi estúpido accidente... 

  Pero, a pesar de todo, lo que más me había costado era... Aprender a amar... Aprendí a amar cada pequeña cosa en esta vida, aprendí a amar los primeros rayos del sol naciente por la mañana, el helado de fresa, los barcos, la brisa marina en su rostro, la sensación de la arena mojada bajo sus pies, la lluvia...
Sin embargo, a pesar de todo, aún no había aprendido a amar lo más importante: a Christine, mi esposa....

  El peso del anillo descansando en mi dedo anular se sentía extraño, miraba el anillo con el ceño fruncido... Se sentía raro, como todo en mi vida desde que había despertado... -Es un anillo- Explicó Christine con una mirada de puro amor en su rostro. 
No dije nada, hablar ya no era lo mío, tampoco era importante, aunque tampoco sabía si lo había sido antes de despertar en ese hospital...
-Yo...Te di ese anillo... El día que nos prometimos amor eterno...-Terminó de decir, esta vez con una mirada triste en sus ojos. 

  -¿Que nos prometemos?- Recordé haber preguntado hace muchísimo tiempo, tanto que ni se acordaba.
-Que nos amaremos toda la vida...- Respondió esa voz, la voz que me perseguía en todos mis sueños, la que despertaba en mí una sensación muy... Indefinible.

  Amar... Es un concepto tan extraño... ¿Había amado alguna vez? ¿Sería capaz de amar a Christine tanto como ella me amaba?
Ni siquiera lo sabía... aunque de lo que estaba muy seguro era de que lo intentaría...


"Es triste olvidar a un amigo.
No todos tienen uno".
              -El Principito.


N/A2: Espero que hayáis disfrutado el capítulo, a pesar de que sé que es algo lioso, pero necesitaba escribir el punto de vista de Joel... 
Muchísimas gracias por leer, los comentarios son muy preciados. 
¡Nos vemos en la próxima! :)

sábado, 30 de abril de 2016

It's a Good Day to Save Lives, capítulo dos.

N/A: Tenía este capítulo escrito desde ayer, y parte del tercero... Así que, como estamos en fiestas (y seguramente mis padres me arrastren a cualquier lado), pues he decidido publicar hoy mismo...
HAY UNA COSA QUE ACLARAR: sé que en el primer capítulo dije que Mere se había ido a NYC con su nuevo noviete, Will, sin embargo en este está aquí... en fin, sí, un despiste, pero en mi defensa he decir que sí, la muchacha se fue a NYC, pero Will la dejó y aquí está... En fin, no me enrollo más.. Sin más os dejo con el capítulo, espero que os guste. 


Capítulo dos.

Un "adiós" se llevó los años más felices de mi vida....
Hoy se cumplían cinco años de la muerte de Derek Shepherd y Meredith Grey se sentía vacía, tan muerta como el amor de su vida...
Durante las primeras semanas, los primeros meses, su vida transcurrió como un mal sueño, un mal sueño del que no podía despertar: la llamada telefónica dándole aviso del fallecimiento de su esposo, el entierro de Derek, su huida apresurada con los niños, su milagroso embarazo, la vuelta a casa tras el parto, la soledad y tristeza que desprendía cada estancia de la casa después de la muerte de Derek, la incipiente tensión entre Amelia y ella... Todo parecía aún un mal sueño del que esperaba despertar en algún momento, en los brazos de su esposo...


  La joven suspiró con pesar, preguntándose por qué el único y gran amor de su vida la había abandonado también, como todas las personas que entraban en su vida, ¿por qué Derek había tenido que morir tan pronto?
Habían luchado tanto para poder vivir sus vidas, su vida en común: habían luchado contra sus propios impulsos para no echar a perder sus respectivas carreras, habían luchado contra las circunstancias, contra Addison y su empeño por revivir un matrimonio que era tan falso como muerto estaba... Con la muerte, probando más de una vez sus propias mortalidades, con sus miedos e inseguridades a la hora de prácticamente todo: estar juntos, ser madre...Habían luchado entre ellos mismos por culpa de esos miedos e inseguridades... Espera ahí, no te muevas, espérame, estaré aquí antes de que  te des cuenta... 

  Si tan solo hubiera sabido que esas serían las últimas palabras que escucharía salir de su boca...
-¡Mami!-Chilló una vocecita haciendo a Meredith interrumpir sus pensamientos. 
Una cálida sensación de felicidad embargó el pecho de la mujer cuando, al llevar la vista hacia la fuente de la voz, se encontró cara a cara con con sus tres hijos, quienes la miraban ansiosos y felices a tiempo que se soltaban de las manos de su tío Owen. La cirujano sonrió a tiempo que abría los brazos ansiosa por abrazar a sus niños. 
Rápidamente, se encontró envuelta en una red de pequeños brazos y dulces besos. Lágrimas, entre tristeza y alegría derramaban de los verdes ojos de la doctora...

  Se había prometido a ella misma que jamás sería tan mala madre como la suya propia, sin embargo...Aquí estaba, encerrada en estas cuatros paredes que ejercían de su propia tumba, de una muerta en vida enterrada por el gran peso de la depresión y culpa... 
-¡Mami!- Volvió a sacarla de sus pensamientos, esta vez, la voz de su hija mayor, Zola, quien la miraba con una gran sonrisa. -He aprobado mi examen de Inglés- Dijo a tiempo que le dirigía una mirada de orgullo, causando que la propia mirada de la madre brillara también con la de ella. 
-¡Vaya!- Exclamó- Eso es genial, ¡enhorabuena, ZoZo!- Apremió a tiempo que abrazaba a la niña, maravillada por el lío de extremidades desgarbadas que le devolvía el abrazo. A los nueve años, la preadolescencia se abría paso en el cuerpo de su niña... Siendo uno de los cambios más importantes, lo mucho que había crecido. 

  Meredith suspiró internamente, la tristeza se volvía a apoderar de ella... Sus hijos crecían tan rápidamente... Y ni ella ni Derek estaban allí para presenciarlo...
-¿Cómo estás, Meredith?- Preguntó Owen Hunt a tiempo que se sentaba frente a ella y los niños con un suspiro cansado. La rubia levantó la mirada de sus preciosos hijos y le sonrió con desdén... -Bien, mejor... Bastante mejor...- Tomó un segundo para tomar un respiro. -El doctor Prince piensa que si sigo así podré irme a casa en un par de meses... - Terminó de decir a la vez que sonreír a Owen con una falsa sonrisa de felicidad... No es que no estuviera contenta, lo estaba... Después de cerca de un años y otros tantos luchando una ardua batalla contra la depresión, Meredith Grey comenzaba a ver la luz, sería capaz de volver a casa, con sus niños... A los que ya no vería solo una hora cada dos fin de semanas, y eso le llenaba de alegría, casi tanto como le asustaba... 

  Después de todo.. Casi había perdido a Bailey por culpa de la dichosa depresión, aún puede llegar a sentir el dolor, el miedo, la angustia y culpabilidad que había sentido al ver a su pequeño tirado al pie de las escaleras tras haberse caído... Solo porque ella estaba tan ocupada en su bucle de dolor, pérdida y autocompasión... -¡Meredith!- Exclamó Owen en una profunda y preocupada voz, haciendo a ésta abandonar los espeluznantes pensamientos que comenzaban a apoderarse de su mente...
Posó sus tristes y preocupados ojos verdes sobre los de Hunt, quien le dedicaba una mirada compasiva... -No pienses más en ello, Mer... Bailey...-Bajó la mirada al pequeño de siete años, que jugaba animadamente con sus hermanas, cerca de Meredith. -Bailey está bien, Mer, y tú... tú también lo estarás... -Terminó de decir el doctor con un toque cálido y suave en la voz que, generalmente, usaba con los niños. 

  Incluso sin quererlo, Meredith no pudo evitar sonreír al afecto y el cariño que goteaba de cada palabra dicha por Owen Hunt, así que le dedicó una sincera mirada de gratitud y cariño, -Lo sé...-Comenzó solo para ser detenida por un gran suspiro que se escapó de sus labios. -Es solo... que soy una mala madre, Owen...- Negó tristemente.
Owen suspiró y a tiempo que negaba, la abrazó, haciéndola sentirse por primera vez en mucho tiempo segura, segura y querida...
Y por primera vez en muchos meses lloró, lloró de rabia y dolor, lloró por la pérdida de su gran amor, clamó a la vida por todo su dolor.
-Shhh- Susurró el hombre de ojos azules en su oído, -Todo estará bien, Mer, todo estará bien...-Terminó de decir, intentando calmar a la angustiada mujer en sus brazos. 

  Las palabras y gestos de cariño barrieron a través del cuerpo de Meredith, quien tan solo deseaba que Owen Hunt tuviera razón, que todo pudiera estar bien, que todo fuera un sueño del que en cualquier momento iba a despertar en los brazos de su Derek... 
Y allí, acurrucada en los fuertes brazos de su hermano en ley, clamó a la vida por un nuevo destino junto a él, clamó hasta caer rendida, pensando en él...

"Y cuando te hayas consolado
(siempre hay consuelo)
estarás contento de haberme conocido.
Serás siempre mi amigo.
Tendrás deseo de reír conmigo".
- El Principito.

N/A2: Efectivamente, no me he podido resistir a escribir (bueno, más bien, pasar al ordenador) el segundo capítulo, así que, aquí está... 
Respecto a Meredith, me queda decir que... Básicamente ya sabéis donde está, y no, no es en Nueva York, aunque para los ojos de su resentida cuñada (que no sabe la verdad), lo esté... Por suerte, tenemos aquí a Owen salvando el día (aprende Shonda, el nuevo Owen no mola ¬¬). 
Bien, espero que os haya gustado este, el siguiente tardará algo más, básicamente me falta darle un final... (Preparad pañuelos, porque es desde el punto de vista de nuestro querido Derek y... ¡yo me he angustiado mucho escribiéndolo!). 
En fin, muchísimas gracias por leer, y, opinad, por favor, porque sin vuestra opinión no soy nada!!!. 
CONTINUARÁ. 



It's a good day to save lives

A/N: Siempre que digo que este será mi último fanfic, una parte de mi cerebro se empeña en dejarme por mentirosa y querer seguir escribiendo, y aquí estamos... Una semana después de haberme puesto al día con Anatomía de Grey, y frustrándome por el final tan...dejémoslo en estúpido que le dio Shonda Rhimes a nuestro querido McDreamy, publico nuevo fanfic... Espero que os guste. 

It's a beautiful day to save lives.

          If I lie here, If I just lie here... Would you lie with me and just forget the world?
Con un suspiro entre frustrado y cansado, Amelia Shepherd apaga el incesante despertador, parpadeando ante los brillantes rayos de luz de la mañana; algo frustrada intenta borrar las últimas motas de sueño de sus ojos preguntándose como el mundo puede ser tan brillante, tan feliz, si ella, interiormente, se sentía tan vacía, tan muerta como...Derek, su hermano mayor.

  Hacía cinco años que había hablado por última vez con él, cinco años que había abrazado a su hermano sin saber que esa sería la última vez que lo haría. Derek Shepherd había muerto haciendo lo que más le apasionaba: salvar vidas... es un bonito día para salvar vidas; casi podía oírlo decir esa dichosa frase una y otra vez... -¡Amy!-sonó una pequeña voz sacándola de sus profundos pensamientos. Volvió la vista hacia el dueño de la voz y no pudo evitar sonreír con cariño, -¡Bailey!- exclamó la mujer a tiempo que le sonreía a la adorable vista de su sobrino de siete años, con sus brillantes ojos azules y su pelo revuelto.
-Amy, ZoZo, Ellie y yo tenemos hambre...¿Podemos tomar tortitas?- preguntó el pequeño con una mirada esperanzada en sus ojos.

  Una gran sonrisa se dibujó en la cara de Amelia ante la vista tan adorable de su pequeño sobrino, quien cada vez más se iba pareciendo a su Derek; -Claro, cariño..- Respondió la doctora a tiempo que acariciaba dulcemente los rizos del pequeño, -¿Sabes qué?- Preguntó a tiempo que sonreía más aún al niño -Vamos a despertar al tío Owen y, mientras que yo le doy el desayuno al pequeño Derek, él hará las tortitas, ¿vale?-Terminó de decir la morena, a tiempo que, desde el otro lado de la cama, su esposo emite un pequeño gemido... -Mmmm... vamos pequeñín...-Intervino éste a tiempo que levantaba de la cama y cogía al pequeño en brazos.

  Amelia sonrió, una sonrisa llena de tristeza y amor... Amor por la familia que había logrado forjar junto a un hombre tan maravilloso como Owen Hunt,, sus pequeños sobrinos, a los que cada día consideraba más sus hijos que sus sobrinos... y Derek, su pequeño bebé, su faro entre un mar de desesperación y pérdida...
Tristeza al pensar en todo lo que su hermano se estaba perdiendo por culpa de su temprana muerte...

  Muchas cosas habían pasado en los últimos cinco años: la huida de Meredith con los niños justo después del entierro de Derek, el nacimiento de Ellie nueve meses después, la vuelta de Meredith no solo a la ciudad o el propio hospital, sino a su vida, la venta de la casa que, con tanto esfuerzo construyó su hermano y que, gracias a un golpe de suerte pudo volver a recuperar.. La marcha de Meredith a Nueva York con Will, dejando atrás a los niños, su boda con Owen, el embarazo y posterior nacimiento de Derek...
Tantas y tantas cosas que su hermano no ha podido disfrutar...

  Amelia soltó un pequeño suspiro a tiempo que mira los azulados ojos de su pequeño, esos que tan dolorosamente se parecen a los de su hermano o sobrino o incluso ella misma...
-Ay, Derek...-volvió a suspirar con pesar, preguntándose mentalmente si ese suspiro lo dedicaba al preciado don que sujetaba entre sus brazos o a...
-Amy...-Susurró la voz de su esposo a tiempo que éste la abrazaba por la espalda, haciendo a la morena darse cuenta por primera vez que había estado llorando a través de su memory lane, -Shhhh- Susurró dulcemente la voz de su esposo en su oído, -Sé que es un día muy difícil, cielo... realmente lo sé, pero no puedes dejar que los niños te vean así, especialmente Zola... -Suspira, esta vez, tirando dulcemente de la mujer para ponerla cara a cara  con él, su hijo entre ellos -Es... la que más se acuerda de...Derek...-Terminó el ex marine, a tiempo que besaba dulcemente la frente de su esposa.

  La joven suspiró, intentando borrar los últimos rastros de lágrimas... Zola, ni siquiera se había parado a pensar en ella, pensó con pesar, la pequeña aún se despertaba gritando y llorando por su padre...
-Es verdad...lo siento- balbuceó la joven intentando aún borrar los últimos rastros de lágrimas que manchan sus ojos. -Yo... Zola...-Suspiró- ¿Cómo está?- preguntó a tiempo que acariciaba dulcemente la cabecita del bebé, quien suspiraba feliz por la atención que estaba recibiendo.
Ante la pregunta, Owen se encogió de hombros, -Parece que... este año es mejor que cualquiera de los otros...- Respondió- Está comiendo tortitas con sus hermanos, riendo, parece... parece tan feliz que, es increíble...-Terminó de decir con una amplia sonrisa en sus labios.

  Ante esto, Amelia no pudo evitar arquear una ceja, Zola había cambiado tanto desde la muerte de Derek, era como si, una parte de la niña hubiera muerto con él, sin embargo un buen día, alrededor de seis meses antes, la expresión de perpetua tristeza de la niña empezó a desaparecer, por primera vez en mucho tiempo la niña, de nueve años, había empezado a actuar precisamente como eso, una niña; volvió a sonreír, a jugar sin miedo a que alguien se fuera para no volver, como había hecho su padre... Como hizo su madre algún tiempo atrás...
Amy no podía llegar a entender ese cambio tan repentino, pero como Owen siempre decía, creo en el progreso y éste es el avance...


  Avanzar, la vida había avanzado tanto desde la muerte de Derek... En un principio no lograba entender como era posible, su hermano mayor, quien la había protegido, cuidado, amado como un padre, había muerto... y la vida seguía, avanzaba... Derek Shepherd había muerto... había dejado de existir un buen día y el mundo seguía girando...
Todo el mundo en el hospital había avanzado, ¡demonios! incluso la propia Meredith lo había intentado...

  Y por primera vez en muchos, muchísimos años... Amelia Shepherd se planteó avanzar... ¿Qué pasaría si, después de todo este tiempo, dejara de lamentarse, de llorar, e intentara superarlo?
La idea la asustaba, la asustaba tanto... Pero pensó que si, todo el mundo lo había intentado, ella misma podría hacerlo... Por ella, por sus sobrinos, por Owen, por Der, por Derek....
Y pensó que estaría bien avanzar, que, a pesar de todos los años, no lo superaría, pero sí aprendería a vivir con ello... Amelia Shepherd aprendió a vivir con el corazón llorando...





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N/A2: Muchísimas gracias por leer, espero realmente que te haya gustado y que me acompañes en este pequeño viaje que, con este capítulo, hemos comenzado. 
Hay más por llegar, el segundo y tercer capítulo están escritos... 
Y como se dice en toda buena película: CONTINUARÁ.

domingo, 6 de septiembre de 2015

And you wonder when you wake up will it be alright...

All I know, all I know is that I'm lost, 
               whenever you go, all I know Is that I love you so, so much that it hurts...



                        All I know is that I will always love you, my little baby.... 

jueves, 18 de junio de 2015

Teenage Dream 11, Story Of My Life.

N/A: No puedo creer que haga casi dos años que llevo sin subir algo... Sin duda alguna, han sido dos años de locos... (-.-"). He de decir, que no ha sido por falta de escribir, de hecho, he escrito mucho, (gracias a las clases de Filosofía, Platón, Nietzche, Descartes y Ortega y Gasset inspiran a cualquiera... En fin, queridos amigos, gracias por vuestra paciencia, (y tu chantaje, Isa!) espero que la espera haya merecido la pena.

Teenage Dream. 

                                          You make me feel like a living on a teenage dream...

Capítulo 11: Story Of My Life. 
Los rayos del sol naciente comenzaban a iluminar la habitación. En ella, una mujer morena sonreía con cariño, entre sus brazos un pequeño bebé bostezaba dulcemente. 
Pamela Anderson acarició dulcemente las pequeñas mejillas de su hijo. Blaine, su pequeño niño, aquel que después de tanto tiempo había llegado para darle una alegría. Un pequeño rayo de luz entre tanto dolor, entre tanto desprecio en el que vivía. 
El pequeño bebé abrió los ojos haciendo a la mujer sonreír, incluso más brillantemente a la vista de los brillantes ojos avellana del pequeño. Pamela suspiró, llena aún de sorprendimiento al pensar cuan diferentes eran ambos de sus hijos, Cooper, el torbellino de diez años de edad que era su hijo mayor. Aquel niño capaz de envolver a alguien -la primera a ella- en su dedo índice con tan solo una profunda mirada de sus penetrantes ojos azules, obra, sin duda alguna, de los genes de su padre, así como su brillante sonrisa. Y luego estaba Blaine, el pequeño que había nacido para iluminar sus días grises, con esos adorables rizos oscuros y sus grandes ojos avellana, claramente heredados de ella. 
La mujer volvió a suspirar, intentando por todos los medios espantar las lágrimas que amenazaban con derramar de sus ojos al pensar en su esposo, Andrew Anderson, aquel encantador chico del que se había enamorado en aquella cafetería entre el campus de Medicina y el de Derecho, aquel hombre maravilloso que se había comprometido con ella entre risas y besos bajo la luz de las estrellas, con el que se había casado, el padre de sus hijos, pero, a la vez, el hombre que se había convertido en su verdugo, su acosador... 
Su pesadilla comenzó  poco después del quinto cumpleaños de Coop, las cosas por casa parecían ir bien, tenían todo cuanto querían y podían gracias al fondo fiduciario de Andrew, quien lo había recibido a los dieciocho años, tal y como estaba estipulado. Sin embargo, tras la nueva oportunidad de trabajo que había conseguido Andrew, su esposo comenzó a cambiar, comenzando la etapa más oscura de la vida de Pam, llena de dolor y miedo. Andrew había comenzado a beber más y más cada día, con el alcohol había llegado el dolor, el miedo, los abusos... Incrementado poco a poco más hasta la actualidad...
La mujer suspiró, llevándose al bebé cada vez más cerca de su pecho, -No te preocupes, bebé- susurró la mujer, con los labios rozando los pequeños rizos de su hijo - Mamá hará todo lo posible para alejar al monstruo de ti y de Coop...- juró entre beso y beso al pequeño en sus brazos...
La doctora Pamela Wilson suspiró, intentando mitigar las lágrimas que amenazaban con desbordarla.
Veintisiete años, había pasado veintisiete largos años de sus pequeños, a los que, con todo el dolor del mundo había tenido que abandonar, llevada por el odio que su esposo le profesaba, incrementado tras el nacimiento de su bebé Blaine... Blaine, su dulce Blaine, había pasado los últimos veintisiete años  de su vida imaginando como sería su pequeño, si sus ojos brillarían con alegría, como peinaría sus rebeldes rizos, como luciría de la mano de la chica más guapa del instituto en su primer baile... La doctora volvió a suspirar, borrando las lágrimas de sus ojos con rabia, la rabia le invadía por haber tenido que abandonar a sus pequeños a merced de un monstruo como Andrew, rabia al haberse perdido eventos tan importantes en la vida de sus hijos como la infancia de Blaine, o la madurez de ambos... La tecnología había permitido a la doctora haber podido saber algo de sus niños durante los últimos años; de Cooper había descubierto que era un actor muy talentoso, algo que a ella le llenaba de orgullo y satisfacción, así como haber averiguado que su pequeño niño se había casado con una chica muy guapa y que incluso había sido abuela de un pequeño niño de rizos oscuros llamado Blaine... Sin embargo, toda la alegría y satisfacción que había experimentado al conocer sobre la vida de su hijo mayor había sido arrancada de su alma al saber sobre el triste destino de su hijo pequeño, del que al principio solo había encontrado un par de vídeos de actuaciones del Glee club de la Academia Dalton, la cual lideraba su pequeño. Pero, había sido aquella noticia periodística la que más le había llamado la atención, aquella que decía haber sido hallado el cadáver del joven Blaine Anderson meses después de su misteriosa desaparición...
Pamela luchó contra el estremecimiento que pretendía abrirse paso por ella, a pesar de los diez años que habían pasado, a pesar de pensar que lo había superado, no pudo evitar llorar, había leído lo que le había pasado a su niño, y una rabia inmensa la invadió, rabia al saber que el que había hecho esto a su hijo estaba aún en la calle, rabia al no haber podido tener la oportunidad de conocer a su hijo pequeño, a quien siempre había imaginado como John Priestly... ¡Ay! John Priestly, ese tierno y amable joven carismático... Con una sola mirada al joven  todos los sentimientos de la doctora se despertaban, no había duda de que el tan tímido joven podía llegar a encantar a cualquiera con una de sus tímidas sonrisas, así como la magia que crea al tocar el piano, pero sobre todo, lo que más cautivaba a la mujer eran los ojos del joven, aquellos ojos color avellana que cautivaban a Pamela desde el primer momento que los miró.
El mundo de la doctora se removía cada vez que pensaba en la familiaridad de esos ojos con los de su bebé, lo que había provocado que desde el primer momento en que lo vio formara un vínculo especial con él, desde el día en el que un muy tímido, casi asustadizo joven había entrado en su consulta acompañado de su madre, hasta el dia de hoy, Pamela habia sido un testigo directo de la metamorfosis de la conducta del chico a su alrededor que había pasado de reservado al hombre más simpático y cariñoso que había visto en su vida.
A Pamela se le llenaba el pecho de alegría al pensar en la última vez que habló con el chico:
La doctora Wilson suspiró, el día se antojaba realmente ocupado en las urgencias del pequeño hospital de Santa Cruz... Suspiró mentalmente ante la situación, a tiempo que comenzó a escuchar un melodiosa melodía, curiosa, Pamela siguió el sonido curiosa por descubrir de donde procedía, sonriendo con cariño al llegar al área de pediatría y ver al joven John Priestly tocando dulcemente su guitarra al tiempo que cantaba a lo s pequeños allí ingresados algunas canciones, como era el caso de Proud Of Your Boy de Aladdin, la reconocía gracias a la leve obsesión que Cooper había desarrollado con ella a los siete años... Pam sonrió ante el recuerdo de su hijo, y llena de ternura por el chico sonrió, esperando a que este acabara para así poder acercarse a él a charla un poco.
-¡John!- saludó la mujer cuando vio al joven recoger cuidadosamente su guitarra, acercándose poco a poco a éste, consciente de su miedo a los movimientos bruscos. El joven levantó la vista hacia la doctora, dibujando una cordial sonrisa en sus labios, -¡Doctora Wilson!- saludó el chico gentilmente. Pam le sonrió. -Oh, solo Pamela, John, ya te lo he dicho un par de veces- le recordó dulcemente la mujer. El chico asintió tímidamente, terminando de guardar su guitarra. 
-Me ha encantado tu forma de tocar, lo haces genial- dijo la doctora sonriendo ante el rubor del dulce chico ante él. -G-gracias- susurró el chico timidamente. -Me encanta Aladdin...- sonrió haciendo a la doctora sonreír con él. 
Un fuerte sentimiento que Pamela había casi olvidado se apoderó de ella, orgullo maternal y proteccionismo hacia ese dulce chico, cosas que solo había sentido cerca de sus dos niños... 
Un repentino golpe sacó de sus pensamientos a la doctora, la puerta se abrió revelando a una preocupada y con mucha prisa enfermera de urgencias. -¡Doctora Wilson!- exclamó la mujer con algo de angustia. - Rápido, se le necesita en urgencias, un tráfico, John Priestly ha sido atropellado...-terminó apresuradamente la enfermera.
De repente el mundo de Pamela Wilson pareció descomponerse bajo sus pies, una poderosa y fría sensación de miedo la invadió al conocer la noticia. Todo su cuerpo tembló de miedo al conocer que la vida de ese chico estaba en peligro, su cuerpo se llenó de adrenalina, ni siquiera se había dado cuenta de que corría hacia urgencias hasta que no sintió el choque sólido de un cuerpo contra el de ella. Levantó la vista, sintiendo de nuevo como su cuerpo temblaba de miedo y emoción al mirar a los dulce ojos azules de la persona ante él, Pamela miró al joven de arriba a abajo sintiendo como las lágrimas la abordaban, ante ella estaba su niño, su Cooper, mirándola entre sorprendido y angustiado.
Fue una palabra, ta solo una palabra la que terminó de romperla por completo...
-¿Mamá?

TBC....
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NA: Espero que os haya gustado. Habrá más por venir, promise! Gracias por vuestra paciencia queridos amigos!

viernes, 20 de febrero de 2015

I'll love you until my dying day...

Never say goodbye because saying goodbye means going away, and going away means forgetting... 

These Days...



Y no importa el sacrificio, ni siquiera el esfuerzo... Pase lo que pase lo conseguiré... Aunque mi vida dependa de ello... 
Y algún día, miraré atrás en el tiempo y recordaré aquellos días, riendo con satisfacción de que a pesar de todo he cumplido mis metas.